martes, 3 de diciembre de 2013

Armaduras que son sombreros


Yo, que era capaz de jugar con las rodillas llenas de sangre durante toda la tarde fingiendo que no me dolía.

Yo, que salí del Rey León impasible ante la muerte de Mufasa y me reía de las cartas anónimas de San Valentín, que elegía siempre las películas con más golpes de la cartelera y me reía de las carpetas adornadas con corazones atravesados por una flecha...

Yo, que me juré en una desesperada medida cardioproteccionista no volver a sentir (o al menos demostrarlo) ,voy y con la mayor facilidad te repito que te quiero siempre que tengo la menor oportunidad y cuando no la tengo, la creo para poder decírtelo como si viniese a cuento. Imagino que te doy mil y un abrazos para que cuando te vea me salgan perfectos y creas que soy una profesional del cariño. Me quedo mirándote tan de cerca que pierdo la noción del tiempo y la consciencia de saber a quién estoy mirando hasta que tus ojos me recuerdan que son verdes a veces. Y cuando te miro hacer cosas sin que te des cuenta, me quedo tan embobada observándote en silencio que me voy llenando de palabras que rebotan por todo mi cuerpo sin ser capaz de abrir la boca por miedo a que te gires y ser la culpable de arruinar ese momento. Y aquí estoy yo, que habiendo prometido no mostrarme completamente ante nadie, de vez en cuando aparezco con el puzzle de mi vida en una caja llena de polvo por si algún día te apeteciera montarlo mientras por detrás se oye el sonido metálico de una coraza contra el suelo que los golpes han modelado hasta que me quedó perfecta.

No te confundas, no es que sea propensa a quitármela alegremente, es que me he dado cuenta de que nada es seguro y que hoy estamos aquí pero mañana mismo podría venir un ataque de malignas criaturas extraterrestres dispuestas a eliminar a todas las personas especiales de este mundo y si ese momento nos separara y tú, por cualquier estúpido miedo mío, no supieras lo jodidamente especial que eres, no tendría derecho a alguno a echarte de menos cuando ya no estuvieras, y no merecería poder mandarte los miles de besos que siempre se me quedan en el tintero si aunque fuese una sola vez hubiese desaprovechado la oportunidad de dártelos en persona.



Y es que a veces, y solo a veces, las corazas son como los sombreros, es bueno tener una por si se presenta una buena ocasión para quitársela.



1 comentario:

  1. Escrito con sensacion de prisa como si los alienigenas fueran a venir ya. Me gusta. Enhorabuena Annie

    ResponderEliminar